Ciclismo, nombre común de cuantas actividades guardan relación con el
deporte de la bicicleta.
Los ciclistas, especialmente los profesionales, están considerados como deportistas
especialmente esforzados, capaces de sufrimiento, tenaces en el valor y necesitados de las
mejores virtudes del compañerismo para el alcance de sus fines personales o colectivos.
Los accidentes geográficos y las inclemencias meteorológicas son, en lugar de
obstáculos, alicientes de toda carrera ciclista.
Los testimonios más antiguos sobre el hoy popular vehículo se remontan hasta el antiguo
Egipto -y también a China y a la India-, pero el auténtico antecesor primitivo de la
bicicleta fue el celerífero, un aparato consistente en dos ruedas de madera unidas por
una barra de un metro de longitud, del mismo material, y que se desplazaba gracias al
impulso de los pies sobre el suelo. Fue presentado por el francés De Sivrac a la corte de
Versalles en 1790.
Casi treinta años más tarde, en 1818, el alemán Karl von Drais unió la rueda delantera
a un manillar de dirección móvil. Entre 1830 y 1840, el escocés McMillan añadió el
juego de pedales y un tosco sistema por el que transmitir la pedalada a la rueda trasera.
Pierre Sallemont agregó un juego de pedales en la rueda delantera en 1855. Ernest Michaux
perfeccionó el sillín, en 1861, el mismo año que aparecieron los rodamientos a bolas;
su hermano Pierre fijó los pedales a la rueda delantera. Había nacido el velocípedo o
michaudina, que fue completado por Sargent en 1865, con el añadido de la cadena.
En 1867 las ruedas eran metálicas; en 1875 se introdujeron las de goma maciza y en 1889
John Boyd Dunlop inventaba el neumático -aro tubular de caucho relleno de aire, que aisla
la rueda propiamente dicha del suelo-. La estructura fundamental de la bicicleta estaba ya
diseñada, aunque su peso no bajara entonces de 40 kilogramos y sus posibilidades motrices
fueran sólo rudimentarias.
Distintos elementos de la bicicleta
En la actualidad la bicicleta, el instrumento principal del ciclista, se compone de una
serie de elementos que pasamos a describir. El cuadro, esqueleto o soporte de los
restantes elementos, compuesto por tubos de materiales tan diversos como el aluminio o la
fibra de carbono. El sistema de dirección, cuyo elemento fundamental es la horquilla, con
diseños diferentes para las distintas modalidades ciclistas. El sillín, donde se sienta
el ciclista. Las ruedas, que pueden ser radiales, de bastones o lenticulares. Son
accionadas por los pedales, que transmiten el impulso de la pierna del ciclista a los
platos que forman el pedalier, por lo general varios y de distintos desarrollos. Los
platos están unidos a los piñones fijados en la rueda trasera por medio de la cadena. Se
denomina desarrollo a la relación numérica entre los dientes de uno y otro; marca la
distancia que recorre la bicicleta en cada pedalada. El sistema de frenado, compuesto por
una vía de transmisión desde una palanca situada en el manillar hasta las zapatas, que
por presión detienen el movimiento de las ruedas.
Equipamiento del ciclista
Los principales componentes del equipo de un ciclista profesional son los que siguen. La
camiseta, o parte superior de la indumentaria, adornada con los colores de su equipo o con
los que señalan los diferentes trofeos en las pruebas. Así, por ejemplo, el ganador del
Campeonato del Mundo puede lucir, durante el año que dura su reinado, la camiseta arco
iris. El culotte, o pantalones ajustados al muslo que llegan hasta casi la rodilla. Están
acolchados interiormente con el fin de mitigar en lo posible la irritación causada por el
roce continuo con el sillín. Las zapatillas, que poseen unas fijaciones especiales que
encajan en el pedal. El casco -obligatorio en las carreras de aficionados y opcional en
las de profesionales- que actualmente ha adquirido, sobre todo para las pruebas
contrarreloj, características aerodinámicas muy espectaculares.
Principales pruebas y modalidades
El desarrollo de las distintas modalidades y pruebas ciclistas es contemporáneo a la
evolución del aparato y predominante en sus formulaciones actuales desde las primeras
décadas del siglo XX. Su principal división es la que separa las modalidades de pista
-ya sea cubierta o descubierta- de las pruebas de carretera, más populares y en las que,
por lo general, se han asentado las leyendas de sus grandes héroes. Unas y otras tienen
en común el sistema de medida, cifrado por el tiempo empleado en cada prueba. La primera
competición de la que se tiene noticia se celebró en el Parque de Saint-Cloud, de
París, en 1868, y fue ganada por el inglés James Moore, que suponemos llevaba ruedas
metálicas.
La primera prueba en carretera propiamente dicha fue el recorrido de 33 kilómetros entre
las ciudades italianas de Florencia y Pistoia, ganada por el norteamericano Rynner Van
Neste en 1870. Le siguieron la Vuelta al Lago Léman, en Suiza, en 1879, y la conocida
desde siempre como el infierno del Norte, la París-Roubaix, organizada por primera vez en
1896, que circula sobre 22 tramos de pavés.
El primer Campeonato del Mundo en pista cubierta tuvo lugar en Aylestone Roads (Leicester,
Inglaterra) en 1883. Resultó vencedor el francés Frédéric de Civry. Diez años más
tarde, en 1893, el también francés y luego fundador del mítico Tour de Francia, Henri
Desgranges, registraba el primer récord de la hora, unos nada desdeñables 35,325
kilómetros, recorridos sobre el circuito del velódromo Buffalo, en París.
En ese último tramo del siglo XIX nacen las primeras publicaciones deportivas consagradas
exclusivamente al deporte del pedal y, también, la gran mayoría de las que se dedicaron
al deporte en general.
Pero es ya iniciado el siglo XX cuando gracias a ciertos entusiastas, apoyados todos
curiosamente por publicaciones deportivas, nacen las grandes carreras en ruta por etapas:
el Tour de Francia, pionero, el 1 de julio de 1903, de la mano del ya citado Henri
Desgranges, apoyado en el predecesor de L´Equipe, L´Auto; el Giro de Italia, concebido
por el equipo directivo de La Gazzete dello Sport, Costamagna, Cougnet y Morgagni, para el
mes de mayo de 1909 y, más tardíamente, la Vuelta a España, cuya primera edición se
celebró en 1935, por iniciativa de Juan Pujol, del diario Informaciones, pero que había
tenido su antecedente en la Volta a Cataluña, celebrada desde 1911.
Todas ellas tienen en común el ser carreras por etapas, es decir, se caracterizan por
disputarse cada día una sección, más o menos larga y de características variables, del
recorrido total, que se realiza en veintiún días. Participan en ellas equipos, no
individualidades, por más que cada equipo tenga un líder (el mejor de entre ellos), al
que los demás componentes, denominados gregarios, ayudan a alcanzar el triunfo.
Los trofeos que conceden la mayoría de las grandes carreras son: primero en la General
(al vencedor definitivo); Ganador de la Etapa; Premio a la Regularidad -aquel corredor que
mejores puestos ha obtenido en las sucesivas etapas-; Premio de la Montaña y General por
Equipos.
En la actualidad, el pelotón de participantes se ve precedido en la meta por una caravana
que incluye reclamos publicitarios de los patrocinadores, emisoras de radio y de
televisión, así como una multitud creciente de aficionados. Tras ellos marchan los
coches de los directores de equipo y los entrenadores, masajistas, mecánicos, médicos y
demás personal auxiliar.
Además de las tres grandes rondas ya citadas, se celebran otras, muchas de las cuales
tienen una duración menor a los veintiún días. Así la Vuelta a Suiza o la París-Niza,
con sólo siete etapas. En España se disputan la ya mencionada Volta a Cataluña, la
Vuelta a Andalucía, la Vuelta al País Vasco, la Vuelta a Asturias y la Vuelta a Aragón,
entre otras.
Se denominan clásicas las carreras en ruta de un solo día de duración. Entre las más
conocidas destaca la prueba italiana que abre el calendario de la competición ciclista,
la Milán-San Remo, cuya primera convocatoria se remonta a 1907. También se disputan en
la actualidad la Vuelta a Flandes (1913), el Giro de Lombardía (1905) y la
Lieja-Bastogne-Lieja (1890).
Una prueba clásica, pero de características especiales, es el Campeonato del Mundo, ya
que su trazado cambia de año en año según el país en el que se celebre. Iniciada en
1921 para aficionados, desde 1927 admite profesionales. Desde 1994 se ha añadido,
además, una contrarreloj individual.
En el transcurso de una carrera por etapas se reconocen distintos momentos y pruebas que
son las que siguen a continuación. Contrarreloj, en la que los corredores salen de uno en
uno, a intervalos variables en función de cada tipo de competición y en la que se mide
el tiempo que se tarda en recorrer un trazado determinado y que puede ser individual o por
equipos. En el primer caso computa el tiempo de cada corredor en su cuenta particular; en
el segundo el tiempo del equipo lo marca el del quinto corredor del mismo que atraviesa la
meta. Si en vez de un terreno preferentemente llano, se efectúa en la subida a un monte
la prueba se denomina crono-escalada. La escalada a los distintos puertos de montaña
-clasificados por su altitud y pendiente en tres distintas categorías- es otra de las
pruebas que requiere especiales esfuerzos y características. El descenso, por su parte,
durante el que se alcanzan velocidades cercanas a los 100 kilómetros por hora, requiere
un arrojo singular y ha sido testigo de multitud de accidentes, algunos de ellos mortales.
Uno de los grandes espectáculos que pueden contemplarse en el transcurso de la carrera
son las escapadas, en las que uno o varios corredores avivan su velocidad en un rápido y
frenético cambio de ritmo con el fin de alejarse lo más posible del pelotón. El sprint
es la aceleración final, luego de muchos kilómetros de etapa, que se produce cuando los
corredores llegan agrupados en pelotón a la meta.
Las pistas de los velódromos son ovaladas, de dimensiones variables -pero de un mínimo
de 333,33 metros para las competiciones internacionales-, con una superficie de asfalto,
hormigón o cemento al aire libre y madera o macadan en pista cubierta, peraltadas en todo
su recorrido, sobre todo en las curvas, para permitir las aceleraciones y altas
velocidades con menor peligro para los ciclistas y una sucesión de líneas de dentro a
fuera: una negra, de 20 centímetros de anchura que señala el límite de la zona de
rodaje, otra roja, a 90 centímetros del borde, que marca la zona en la que pueden correr
los velocistas y otra más, azul, situada a un tercio de la anchura total, para los
especialistas de tras moto y medio fondo. La meta y contrameta están marcadas por dos
líneas de color blanco y una negra en su centro.
Dentro de las pruebas en pista podemos distinguir las que siguen. En la de velocidad,
corren de dos a cuatro ciclistas, que dan tres o más vueltas al circuito, según sus
dimensiones. Se contabiliza la velocidad alcanzada en los últimos 200 metros. Otra prueba
en pista es el kilómetro contrarreloj, que no es otra cosa que lo que su propio nombre
indica. El Récord de la Hora, que contabiliza el mayor recorrido efectuado en ese tiempo.
Las pruebas de persecución, que puede ser individual, cuando dos corredores parten desde
extremos opuestos de la pista y tratan de alcanzarse, o por equipos, en cuyo caso se
siguen dos de cuatro miembros cada uno. Las carreras por puntos (veinte corredores
compiten anotando un número de puntos variable según su puesto de pase por meta en cada
vuelta) y por eliminación (semejante a la anterior, pero en la que se retira en cada
vuelta el último corredor en atravesar la línea de llegada). Por último, las pruebas
tras moto, ya en el modo Keirin, dos o más corredores cada uno tras una moto y su
resolución en un sprint final, o en el Stayer, seguir a la rueda de la motocicleta sin
llegar nunca a tocar una barra ajustada a su tren posterior.
Otras pruebas que tienen lugar al aire libre son el ciclo-cross, nacido en Francia a
finales del siglo XIX, que es una prueba derivada de los ejercicios militares, en la que
los participantes siguen un recorrido a través de pistas embarradas y obstáculos; y las
derivaciones, cada día más populares, de mountain-bike.
El ciclismo amateur ha sido prueba olímpica desde la convocatoria que en 1896 inauguró
los Juegos de la era moderna, pero no ha sido hasta los celebrados en Atlanta en 1996,
cuando se ha permitido en ellos la presencia de corredores profesionales. En ese debut
brillaron con luz propia los españoles Miguel Induráin y Abraham Olano, medallas de oro
y plata respectivamente en la prueba contrarreloj individual, y la corredora francesa
Janine Longo, medalla de oro en ruta y de plata en la contrarreloj individual.
La bicicleta participa, también, de las pruebas que componen el triatlón, junto a la
natación y la carrera a pie.